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viernes, 16 de mayo de 2014



Situada entre dos ríos, el Júcar y el Huécar, Cuenca es una extrañeza en sí misma. Muchos dicen que esta ciudad es armonía y convivencia perfecta entre la naturaleza y la ciudad. Un lugar que parece romper las reglas en muy poco espacio y que solo permite conocerla a fondo si se recorre a pie. Una excepción que merece la pena visitar. No en vano, es otra de las ciudades españolas declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y no podemos olvidar su particular gastronomía, en la que predomina el morteruelo (un plato elaborado a partir de hígados de cerdo, liebre, perdiz, gallina, manteca de cerdo, nueces, jamón y especias). También son muy conocidos: las calderetas de cordero, los cangrejos de río y el gazpacho manchego. Otro de los sabores conquenses por excelencia es el zarajo. Se trata de tripas de corderos que se lavan con sumo cuidado y se trenzan entre dos palitos en forma de cruz; después se asan al horno, a la parrilla o se fríen en aceite de oliva.



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